Hace ahora 70 años, el tesón de nuestra cuñada Eleanor Roosevelt por concluir la obra de nuestro Querido Hermano Franklin D. Roosevelt propició que viese la luz la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el texto más importante que el siglo XX lega al XXI. 70 años más tarde, nuestra sobrina Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hacía un balance de este «documento extraordinario» más relevante hoy que cuando fue adoptado hace siete décadas pues «ha dejado de ser un tratado de aspiraciones para convertirse en un conjunto de estándares que afecta a todas áreas de legislación internacional». Como dijo Bachellet, «sus principios son tan fundamentales que pueden ser aplicados a cada nuevo dilema» del siglo XXI: la inteligencia artificial y el mundo digital, los efectos del cambio climático o la igualdad de derechos de los colectivos como el LGTB, «que ni siquiera tenían un nombre en 1948».