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España instauró hace 15 años la celebración del Día Oficial de la Memoria del Holocausto y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad. Un año más, el Senado de España ha conmemorado solemnemente un día destinado a recordar el exterminio sistemático, burocráticamente organizado, de seis millones de judíos y cientos de miles de personas pertenecientes a otras minorías por su modo de ser o de pensar. Según explica en su nota, «se han realizado intervenciones en memoria de los distintos colectivos víctimas del Holocausto«. No es exacto. Un año más, el Senado de España se ha olvidado de invitar a una de esas minorías, la que fue especialmente perseguida en España, la Masonería que la propaganda Nazi, como luego haría el nacionalcatolicismo español, vinculó al judaísmo internacional. Quizás, porque recordar que la Masonería fue víctima del Holocausto obligaría a analizar serenamente nuestra propia historia.
Solo el testimonio del Presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Isaac Qerub, hablando en nombre de quienes sufrieron lo impensable, rindió homenaje póstumo a la memoria, también, de los masones. «Hoy, un año más, amparados por la solemnidad de este acto, nos reunimos aquí en el Senado, símbolo de la soberanía popular, para recordar a los seis millones de judíos, y las demás víctimas de la barbarie nazi, como los discapacitados, los gitanos, los disidentes políticos, los republicanos españoles, los homosexuales o los masones«, declaró.
A diferencia del Senado, otras instituciones, como el Parlamento de las Islas Baleares, han normalizado la presencia de la Gran Logia de España en sus actos del recuerdo. El Museo del Holocausto de Estados Unidos recuerda que el exterminio de la Masonería bajo el régimen Nazi se inició de forma muy temprana. En 1934 se confiscaron sus bienes, sus bibliotecas, sus archivos y se decretó que las logias eran enemigas de Estado alemán. La sección especial II/111 del Servicio de Seguridad de las SS se ocupó específicamente de la represión de la Masonería. Los Nazis disolvieron todas las organizaciones masónicas en los países ocupados incautando su documentación, que fue remitida a la Oficina Central de Seguridad del Reich. Fueron primero marcados y después enviados a los campos, como otras víctimas. Entre los archivos incautados estaban los del Grande Oriente Español en el exilio de París, que fueron copiados y remitidos a Madrid. Algunos cálculos cifran en 200.000 los masones víctimas del Holocausto.